A Mireya Krispin
Como Ícaro desplegaste tus delicadas alas;
pero en vez de caer en un piélago profundo
descendiste en el Parnaso Merideño.
Cinco águilas blancas sin recelo
saludaron tu presencia,
escoltaron tu llegada.
Ofrecieron las enhiestas montañas
del intelecto andino como níveos pétalos
para grabar en blondos versos
tu prístina alma de poetisa.
Envidio el lado de tu ser en que el egregio Borges
rozó tu inteligencia.
Bebiste de su voz,
de la fuente de su templo.
Marcó tu estrella cual numen exquisito de tu arte.
Mérida, 14 de julio de 2014
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